"Oh Dios de Sión,
¡Tú eres digno de alabanza!
¡tú mereces que te cumplan lo
prometido, pues escuchas la oración!
Todo mortal viene a ti con sus culpas a cuestas; nuestros pecados nos abruman
pero tú los perdonas.
Seremos saciados del bien de tu casa,
de tu santo templo.
Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia,
Oh Dios de nuestra salvación,
esperanza de todos los términos
de la tierra,...
Tú, el que afirma los montes con su poder, ceñido de valentía;
El que sosiega el estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas,
y el alboroto de las naciones.
Por tanto, los habitantes de los fines de la tierra temen de tus maravillas.
Tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde.
Visitas la tierra, y la riegas; en gran manera la enriqueces; con el río de Dios, lleno de aguas,
Preparas el grano de ellos, cuando así la dispones.
Haces que se empapen sus surcos,
Haces descender sus canales;
La ablandas con lluvias,
Bendices sus renuevos.
Tú coronas el año con tus bienes,
Y tus nubes destilan grosura.
Destilan sobe los pastizales del desierto,
Y los collados se ciñen de alegría.
Se visten de manadas los llanos,
Y los valles se cubren de grano;